domingo, 10 de abril de 2016

Harun Farocki lee un poema amoroso


Los muslos se encienden. Los pechos se encienden. Y los miembros.
Te penetro y un torrente de lava nos invade.

El napalm arde a 3000 °C.
La más pequeña gota arde durante media hora.
Mientras arde libera gases tóxicos que afectan la respiración.
Los gases tóxicos sacan a las personas de sus refugios subterráneos.

Brasas que no se apagan. Cuerpos que se consumen extasiados.

La supervivencia es prácticamente imposible en un radio de ochenta metros.

Piel con piel, anudados, llamaradas de polen nos renuevan.

Cuando el napalm-B arde –una nueva fórmula– no puede retirarse de la piel.
El napalm-B también arde sobre el agua.
Prácticamente es imposible sofocarlo.
La piel se quema, y en la mayoría de las veces, la carne también se quema hasta los huesos.

Debes decir fuego en las entrañas. Debes decir ahí donde estuvo hay cenizas.

Una vez que el napalm arde, es demasiado tarde para sofocarlo.

El concilio poético determinó que amor es igual a fuego.


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